TIPOS DE DUELO POR RUPTURA DE PAREJA
Tener el corazón roto es una cosa. Pero que además te lo patologice el entorno, ya es otro nivel.
Hoy vengo a hablarte del duelo por ruptura de pareja, ese territorio tan poco transitado por la psicología tradicional, y que sin embargo atraviesa de lleno la experiencia humana.
Voy a contarte cuáles son los distintos tipos de duelo que pueden aparecer cuando una relación se rompe, por qué no todos se viven igual y qué señales nos pueden ayudar a saber si nos hemos quedado atascadas. Y sí, también te dejaré algunas ideas prácticas para cuando intuyes que ya no puedes con esto, pero tampoco sabes cómo salir.
Eso sí, te aviso de algo importante: esta no es una clasificación universal, ni está escrita en piedra. Pero no me la saco de la manga. Parte de lo que dice la literatura científica (Rando, 1993; Prigerson et al., 2009), parte de lo que sabemos sobre procesos de duelo y pérdida, y parte de lo que he visto en consulta, acompañando a docenas de personas que han transitado por la pérdida de una relación de pareja.
También quiero dejar claro que hablar de tipos de duelo no es lo mismo que hablar de duelo patológico. El duelo, en sí, no es una enfermedad. Es una conducta humana natural. Pero como todo comportamiento, puede mantenerse o bloquearse por contingencias poco funcionales: evitación, castigo, ausencia de refuerzo o discriminación por el entorno. Por eso conviene entender qué formas puede adoptar, para intervenir de forma ajustada y con ciencia, no con autoayuda en spray.
ESTA ES MI PROPUESTA DE TIPOS DE DUELO POR RUPTURA DE PAREJA
EL DUELO SANO
A veces la ruptura duele, pero el duelo fluye. No porque sea fácil, sino porque hay espacio para sentir, tiempo para recolocar y contexto para sostener. No se trata de no llorar, sino de llorar sin atascarse. No es no sentir rabia, sino que la rabia no lo contamine todo. Un duelo sano puede durar meses, incluso años. Lo importante no es el tiempo, sino si la persona puede seguir elaborando sin quedarse atrapada.
EL DUELO RETRASADO
Sucede cuando quien ha sido dejado —o ha dejado— aún no se ha enterado del todo. A veces es un mecanismo de defensa. Otras veces, una necesidad. Pero lo cierto es que todo parece seguir como si nada. Hasta que un día pasa algo que desata la tormenta. Y ahí arranca, por fin, el proceso real.
EL DUELO AUSENTE O «CONGELADO»
Es el que parece que nunca empieza. La persona no se da permiso para sentir. O se aferra a la actividad frenética para no parar. O se autoconvence de que todo está bien. Este tipo de duelo suele colarse por la puerta de atrás, en forma de síntomas físicos, ansiedad o conductas desreguladas. A veces se le parece al anterior, pero no es lo mismo. Aquí el problema no es solo el retraso, sino la parálisis emocional mantenida por contingencias evitativas.
EL DUELO ENQUISTADO
Aquí hay dolor. Mucho. Pero el problema es que ese dolor se ha hecho crónico. La persona queda atrapada en una emoción concreta: tristeza, rabia, culpa… y no hay forma de salir. Puede que se convierta en víctima perpetua. O en juez implacable. Puede que pase los años repasando cada detalle de la historia. O que intente reparar en bucle con quien ya no está. El comportamiento se sostiene porque sigue teniendo una función: evitar algo peor.
EL DUELO INCONCLUSO
Es el duelo de quienes cortan por fuera, pero no por dentro. De quienes se meten en otra relación demasiado pronto. De quienes cierran la etapa sin haberla digerido. O de quienes racionalizan tanto el dolor, que se olvidan de pasarlo por el cuerpo. A veces parece que están bien. Pero cuando la cosa se tuerce, todo salta. Porque lo que no se extingue, se mantiene latente y acaba reapareciendo.
En mis dos entradas anteriores te di algunos consejos para sobrevivir a una ruptura y expliqué las diferentes fases que se suceden en el duelo por ruptura de la pareja.
5 PISTAS PARA EMPEZAR A SALIR
Cero contacto (o lo mínimo indispensable). Especialmente al principio. Si hay hijos o asuntos compartidos, buscad canales neutros. Pero mientras sigas viendo a tu ex, oliéndole en tu abrigo o leyendo sus mensajes, tu mente no va a aceptar que la historia terminó.
Cuidado con las redes. Es muy difícil avanzar si sigues recibiendo información constante sobre su vida. No es que estés obsesionada. Es que tu cabeza aún no ha terminado de soltar. Y eso, cuando hay vínculos fuertes, pasa. No es locura, es aprendizaje que aún no se ha deshecho. Haz limpieza digital. Pide ayuda si hace falta. Y cuida también lo que te llega por rebote: cotilleos, comentarios, actualizaciones inesperadas. No necesitas más combustible para un fuego que ya estás intentando apagar.
Habla con quien entienda. No necesitas consejos. Ni excusas. Ni frases hechas. Necesitas alguien que pueda sostener tu pena sin querer quitártela. Si no lo tienes cerca, busca ayuda profesional.
Haz espacio para ti. Tiempo sin distracciones. Tiempo sin pantallas. Tiempo para llorar, para gritar, para escribir. Para conectar contigo. Es incómodo, pero necesario.
No aceleres. Ni por rabia, ni por miedo, ni por culpa. Una ruptura deja huella. Y como toda herida, necesita tiempo para cerrar sin infectarse. Si vas demasiado rápido, puedes llevarte la infección contigo.
“No hay nada de lo que avergonzarse en una ruptura de pareja, tanto si eres tú quien deja como si eres la o el abandonado. Lo más importante es intentar hacer las cosas bien y vivir tu duelo con normalidad, a tu manera, sin prisas, escuchándote y respetando tus tiempos.”
FUENTES CONSULTADAS
Rando, T. A. (1993). Treatment of Complicated Mourning.
Prigerson, H. G. et al. (2009). Prolonged Grief Disorder: Psychometric Validation of Criteria Proposed for DSM-V and ICD-11. PLoS Medicine, 6(8).
Shear, M. K. et al. (2011). Complicated grief and related bereavement issues for DSM-5. Depression and Anxiety, 28(2).