UNA BRÚJULA INTERIOR: LO MÁS IMPORTANTE QUE HE APRENDIDO EN 16 AÑOS EMPRENDIENDO

Hay momentos en los que la vida te da una patada. O te deja sin trabajo. O ambas. A mí me pasó en 2008. Y aunque no lo sabía entonces, esa sacudida fue el inicio de algo que aún hoy sigue en movimiento.

Este post no es un resumen épico ni una historia de superación. Es más bien una carta. Una que he escrito desde la experiencia, la memoria y el deseo de acompañarte en algo que, quizá, también estés viviendo tú.

 

LA FOTOGRAFÍA COMO REFUGIO. 2009.

Divorciada tras un año de matrimonio, en una ciudad que no era la mía, sin red social de apoyo y tras quedarme sin trabajo gracias a la crisis económica de turno, comencé —casi por intuición— a dedicarme a la fotografía. Al principio como amateur, como quien se agarra a una tabla en medio del naufragio. Pero pronto entendí que aquello no era solo una forma de expresarme, sino también un camino profesional.

Me formé, aprendí, enseñé. Fundé mi propia escuela de fotografía y durante más de diez años acompañé a otras personas a descubrir y amar su propia mirada.

 

EL CAMBIO DE PIEL. 2019

Pero hay etapas que se cierran. Y no siempre porque fracasen. A veces, sencillamente, necesitan terminar. En 2019, por motivos personales que aún prefiero mantener en privado, decidí volver a la psicología. Una parte de mí que había dejado aparcada durante una década.

Volver a empezar no fue fácil. Abrí una consulta online en un momento en el que eso aún sonaba raro. No tenía seguidores. No tenía red. Pero tenía ganas. Y creía en lo que estaba haciendo. Durante los primeros meses me sentí como si hablara al vacío. Pero entonces llegó algo que nadie esperaba.

 

EL IMPULSO INESPERADO

La pandemia trajo dolor, miedo e incertidumbre para muchas personas. Y también, una necesidad urgente de ayuda psicológica. Quienes ya teníamos cierta experiencia en el entorno digital nos convertimos en un recurso accesible y de repente mi consulta creció. En poco tiempo, pasé de sentirme invisible a recibir mensajes constantes y a tener un crecimiento bárbaro en Instagram. Durante casi dos años viví un periodo de expansión: profesional, económica y personal. Incluso tuve el honor de colaborar con Susana Torralbo en su curso Up & Roll integrando un pequeño y humilde módulo sobre psicología en esa pedazo de formación 💛. Fue una etapa luminosa y muy feliz. Realmente fantástica.

 

DE LA VISIBILIDAD AL SILENCIO (Y DE VUELTA)

Con el tiempo, el panorama cambió. Más psicólogas empezaron a trabajar online, más voces se sumaron al discurso. Y eso está bien. Pero también significó dejar de ser “la pionera”. Pasé de sentirme en el centro de la escena a formar parte del coro. De reinar en mi charca a ser un pez más en un océano cada vez más grande.
¿Dolió? Un poco. Pero me enseñó algo importante: que la visibilidad no define el valor.

Y me obligó —para bien— a revisar mis propios valores como psicóloga, divulgadora y comunicadora. Porque claro, una se plantea cosas.

  • ¿Iba a hacer el pino con las orejas en los reels?

  • ¿Iba a enseñarte cómo me maquillo, qué outfits uso en consulta, o qué monada de taza tengo para el café?

  • ¿Iba a mendigar atención haciendo pijadas que no tienen nada que ver con lo que realmente quiero aportar?

Lo siento, pero no. Sé demasiado de condicionamiento operante como para caer en esa trampa (Un guiño aquí a mis pacientes, que ya me han aguantado el chiste de “¿en qué se diferencia una rata de laboratorio de una persona?” 🐀😉)

Y además, aprendí la lección más valiosa: creer en mí y en lo que hago incluso cuando el viento cambia.

No soy una veleta. Soy una profesional con criterio, con ética, con mucha experiencia. Y no voy a dejar que las métricas dicten cómo ejerzo mi oficio

 

HOY Y LOS NUEVOS NACIMIENTOS

Hoy, después de muchos ciclos cerrados y otros recién abiertos, sigo acompañando a pacientes en consulta. He vuelto a la fotografía, esta vez no para enseñar, sino para mirar de cerca lo que me constituye: mi familia, mis raíces, el lugar que ocupo dentro de ella.

Y he terminado de darle forma a algo que llevaba mucho tiempo esperando su momento.

Psicología para Gente Emprendedora no nació hace un mes. Llevaba años desordenado en carpetas: ideas, guiones, textos, imágenes, ¡hasta stickers!. Todo materiales sueltos esperando ser tejidos. Y entonces, en abril de este año —no hace ni dos meses—, falleció mi padre.

Fue una pérdida dura. Pero de alguna forma, el dolor (ese que ahora me permito sentir siempre con letras mayúsculas y naturalidad) me ayudó a ver el camino.
Mi padre me enseñó muchas cosas sobre el trabajo. Buenas y malas. Y su marcha encendió una chispa que hizo arrancar el motor. Ahí apareció la necesidad: cerrar el círculo. Poner en pie todo eso que había ido acumulando y dedicárselo, en cierto modo.

En poco más de un mes lo uní todo. Le eché ovarios y me puse a grabar y editar vídeos como una posesa. Aún me quedan algunos retoques, pero el curso ya está aquí y no te puedes imaginar lo emocionada que me siento. He vivido tantas cosas grandes en los últimos meses y todas tan simultáneamente en muchas ocasiones que a veces a mí también me cuesta poner en palabras mis sentimientos. Creo que lo que siento es satisfacción de hacer algo bonito y útil, mezclado con la tristeza de haber perdido una parte importante de mi. ¿Hay una palabra para eso?(*) Si se te ocurre, me lo cuentas.

(*)Me han dicho que hay un término japonés que se acerca un poco: “natsukashii”, que no significa nostalgia a secas, sino “una ternura dulce al recordar algo que ya no está pero que te construyó”. No es tristeza ni tampoco alegría. Es algo así como haber hecho algo luminoso con los restos de una sombra.

 

LO QUE HE APRENDIDO

No tengo fórmulas ni hago promesas vacías. Pero sí tengo algo valioso: conocimiento y experiencia.

He aprendido que emprender no va solo de crecer, sino de sostenerte por dentro mientras creces. Que puedes tener grietas… y que justo por ahí alguna luz puede entrar. Que no eres tus números, ni tus lanzamientos, ni tus altibajos. Que el éxito es bonito, pero no suficiente, y que el fracaso no es un monstruo: es aprendizaje.

Lo más importante que he aprendido en estos 16 años es que necesitas una brújula interior. Una que no depende del algoritmo, ni de la aprobación externa, ni del contexto social o económico. Una que te recuerde quién eres, incluso cuando el mundo te grita otra cosa.

 
 

Si estás en ese punto de duda, de cansancio, de ganas de cambiar las cosas sin saber por dónde empezar… Aquí estoy. Y también lo está este curso, construido desde la experiencia, la ilusión y el respeto por la ciencia.
Psicología Para Gente Emprendedora abre inscripciones el lunes 2 de junio, y si algo de esta historia te ha tocado, quizá este espacio también sea para ti.

 
Siguiente
Siguiente

EMPRENDER CON CABEZA Y CON TRIPAS: LO QUE NO TE CUENTAN LOS TUTORIALES DE MARKETING