REPETIR UNA PALABRA NO VA A CALMAR TU ANSIEDAD (Y OTROS CUENTOS DEL NEUROMISTICISMO)

Últimamente proliferan los vídeos, reels y consejos virales que prometen calmar la ansiedad con técnicas simplistas. Una de las más repetidas: el “truco” de repetir una palabra una y otra vez hasta que tu sistema nervioso "se relaje". Aparentemente inofensivo, este tipo de mensajes no solo trivializa el sufrimiento humano, sino que contribuye a una cultura del autoengaño disfrazado de neurociencia. Y esto, desde la psicología basada en evidencia, no puede quedarse sin respuesta.

LO QUE NO TE ESTÁN CONTANDO DE LA TÉCNICA DE REPETIR UNA PALABRA

La ansiedad no es un fallo del sistema. No es una interferencia que pueda apagarse con un mantra ni un bicho que desaparece si lo ignoras. Es una experiencia humana compleja, con múltiples variables, que requiere comprensión funcional, no fórmulas mágicas.

Cuando se afirma que repetir una palabra puede calmar la ansiedad, lo que en realidad se está fomentando es una estrategia de control. Se intenta suprimir, tapar o interferir con la experiencia interna para dejar de sentirla. Y lo que sabemos es que este tipo de estrategias, a medio y largo plazo, no solo no funcionan, sino que pueden cronificar el malestar.

 

LA ANSIEDAD NO SE DISUELVE CON TRUCOS, SE COMPRENDE CON CONTEXTO

Desde enfoques como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) o el análisis funcional de la conducta, sabemos que el sufrimiento emocional no se reduce ni se combate con trucos. Se transforma cuando aprendemos a relacionarnos de otra manera con lo que sentimos. Lo que calma no es repetir una palabra: lo que calma es dejar de luchar contra ella.

¿Y la famosa defusión cognitiva? ¿No consiste también en repetir palabras para perderles sentido? Sí, pero no así. La defusión no es una técnica de distracción ni una estrategia de evitación. Es una forma de cambiar el contexto de una palabra, de desliteralizar el lenguaje para restarle poder. Repetir una palabra en bucle, sin ese marco de comprensión, puede volverse incluso contraproducente.

 

EL PODER HIPNÓTICO DE LA PALABRA «NEURO»

Ponerle "neuro" delante a todo no convierte un consejo en ciencia. Y llenar los vacíos de conocimiento con lenguaje espiritual o místico tampoco ayuda. La ansiedad no es energía bloqueada. Tampoco es una tormenta eléctrica en el cerebro que se apaga con vibraciones o frases luminosas. Es una respuesta aprendida que tiene sentido si entendemos la historia de aprendizaje de cada persona.

Lo más peligroso de los neuromísticos no es que inventen técnicas, es que se apropian de las que sí funcionan. Toman herramientas que tienen respaldo empírico —porque alguien se ha molestado en investigarlas, replicarlas, entender sus mecanismos funcionales— y las disfrazan de magia.

Una técnica de regulación emocional, trabajada desde la psicología contextual, acaba convertida en “mantra vibracional para abrir tu tercer ojo”. Y claro, funciona… pero no por lo que te están contando. Funciona a pesar de toda esa capa de espiritualidad forzada. Lo que han hecho es resignificar la técnica y empaquetarla como fórmula mágica, rápida, cómoda, vendible. Y eso nos encanta, porque cuando sentimos malestar, lo último que queremos es mirar hacia adentro. Queremos que nos lo quiten. Y que lo hagan ya.

Pero aquí está el verdadero problema: no te están enseñando lo que realmente se mueve ahí. No te hablan de defusión cognitiva, ni de flexibilidad psicológica, ni de aprendizaje. No te explican el proceso, ni la función, ni los principios que hacen que esa técnica tenga sentido y resultados.

El resultado es que acabas usando un martillo para atornillar un tornillo. Y claro, no es que el martillo esté mal: para clavar clavos es perfecto. Pero si lo usas con el objetivo equivocado, la herramienta pierde su eficacia. Así pasa con estas técnicas cuando se usan para evitar sentir: da igual que la técnica sea buenísima, si la estás usando para huir del malestar, no va a funcionar. Porque no la estás usando bien. Y eso, además de ineficaz, puede hacerte daño.

Ahí es donde esta gente hace negocio: se follan a la ciencia por un lado, y a tu bolsillo por otro. Porque vender alivio rápido es rentable. Lo que no se vende tan bien es decirte que el cambio real lleva tiempo, que no se trata de eliminar el síntoma sino de entenderlo, de aprender a vivir con él sin rendirte.

No es el cerebro el que sufre ansiedad: es la persona entera, en contacto con un entorno, con una historia, con aprendizajes pasados y presentes. El cerebro, por sí solo, no explica la conducta. Necesitamos volver a mirar el comportamiento en contexto. Y dejar de vender alivio como si fuera un producto de supermercado.

 

MENOS TRUCOS Y MÁS COMPRENSIÓN

Si tienes ansiedad, no necesitas repetir una palabra como si fueras un papagayo amazónico esperando milagros. Necesitas saber qué función tiene esa ansiedad en tu vida. Qué te está queriendo decir. Qué has aprendido a temer. Y, sobre todo, cómo puedes dejar de luchar contra lo que sientes para empezar a vivir con más espacio, más flexibilidad y más compasión.

Porque no, la ansiedad no va a desaparecer para siempre. Y es bueno que así sea. Necesitamos ansiedad para vivir. Nos protege, nos activa, nos orienta ante lo importante. Lo que no necesitamos es no saber qué hacer con ella. Lo que no necesitamos es quedarnos atrapadas respondiendo siempre igual, desde el miedo o la evitación.

Las terapias contextuales no te prometen eliminar la ansiedad, sino enseñarte a relacionarte con ella de otra forma. Te ayudan a comprender tu situación, a analizar por qué tú respondes como lo haces, y te proporcionan técnicas reales para sostenerte, para atravesar la emoción y elegir cómo comportarte desde la calma, desde tus valores. Te enseñan a responder desde lo que es importante para ti. No desde lo que temes.

Y por cierto: eso no requiere estar en terapia toda la vida. En la mayoría de los casos, con un proceso bien trabajado, entre 24 y 30 sesiones (de 6 a 8 meses) es más que suficiente para que empieces a notar cambios reales y sostenibles.

La psicología no necesita magia. Necesita rigor, humanidad y menos espectáculo. Porque el dolor de la gente no es un contenido viral. Es algo que merece ser atendido de verdad

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