Trastorno límite de la personalidad
Ya desde mi época de estudiante pensaba que el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es el trastorno menos trastorno de este grupo de alteraciones psicológicas.
¿Y por qué? Ya simplemente su nombre lo indica: la palabra «límite» o «borderline» no tiene nada que ver con "estar al borde de" o "próximo a hacer algo terrible". Límite significa que hablamos de una personalidad que nada en agua de nadie, que está cerca de lo neurótico y también de lo psicótico, pero sin poder clasificarse claramente dentro estos dos cajones.
En esta entrada de blog voy a contarte, en primer lugar, qué es lo que dice o mejor dicho, cómo define la comunidad ciéntifica el TLP y después te voy a ofrecer una interpretación de estos datos más humana, por decirlo de algún modo, para que puedas entender mejor qué podrías sentir si estuvieras bajo la piel de una persona que sufre este trastorno y comenzar así a comprender que no son personas dramáticas en exceso a las que simplemente les gusta ser el centro de atención.
Según el DSM4-R, el TLP se define como un patrón general de inestabilidad en las relaciones personales, la autoimagen, la afectividad y una notable impulsividad. Suele comenzar al principio de la edad adulta y puede darse en muy diferentes contextos en los que los esfuerzos por evitar un abandono incluyen actos impulsivos como autolesiones, automutilación o suicidio . Las relaciones personales que se establecen suelen ser inestables e intensas, caracterizadas por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación. La impulsividad se debe dar al menos en dos áreas, ser potencialmente dañina para el sujeto y estar relacionada con: gastos, sexo, abuso de sustancias o atracones de comida.
Las personas que lo padecen pueden desarrollar una gran variedad de trastornos afectivos y de ansiedad, trastornos somatomorfos, esquizoafectivos e incluso psicosis reactivas breves. Experimentan sensaciones de vacío y difusión de la identidad.
Durante el estrés máximo, pueden presentar ideación paranoide transitoria o síntomas disociativos como despersonalización, con una duración e intensidad suficientes como para necesitar un diagnóstico adicional.
Es un trastorno que tiene buen pronóstico y mejora con la edad.
Se estima que el 1,6% de la población adulta tiene TLP, pero puede llegar al 5,9%. No es un «trastorno típico de mujeres»: las investigaciones sugieren que el porcentaje de hombres afectados iguala al de las mujeres.
Puede cursar conjuntamente con otros trastornos por estrés, ansiedad, depresión, bipolar, bulimia o abuso de sustancias y otras adicciones.
Hasta aquí toda la parte teórica. Pero, ¿qué pasa realmente bajo la piel de una persona que sufre Trastorno Límite de la Personalidad?.
Para averiguarlo vas a tener que hacer un esfuerzo de empatía máximo, porque no es una tarea fácil te lo aseguro. Lo primero que tienes que pensar es que para todo el mundo, absolutamente todos nosotros, saber identificar y manejar las propias emociones no es una tarea fácil. Mucho menos si nunca se nos enseña a entrar en contacto con ellas, a experimentarlas, observarlas y gestionarlas.
Imagina que además de todas estas dificultades con las que venimos “de serie”, tuvieras un problema real para regularlas, como si tus emociones fueran las de otra persona pero dentro de tu cuerpo. Sería más que normal que tuvieras cambios repentinos de humor, que actuaras impulsivamente, que te volvieras inestable, no te vieras bien a ti misma y que casi todas tus relaciones personales se mostraran afectadas. Tu autoestima se lastimaría y siempre tendrías esta sensación de no valer para mucho y de que tarde o temprano todo el mundo te abandonará. Todo es muy intenso: o sí o no, o blanco y negro, y rara vez te sentirías en calma para apreciar el término medio que suele haber en todas las cosas.
Así, más o menos, se siente una persona con Trastorno Límite de la Personalidad o TLP.
En las dos próximas entradas te hablaré de los síntomas más frecuentes bajo los que se presenta el TPL así como de las causas que pueden provocarlo y de como la psicoterapia es, no sólo muy necesaria, sino imprescindible para superar esta manera de sobre-reaccionar ante los retos de la vida.