Apego y dependencia emocional

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El futuro de una relación no se puede augurar en las estrellas ni los horóscopos, pero desde la ciencia psicológica sí se puede hacer una predicción bastante certera y con un nivel de confianza alto atendiendo a una variable fundamental: el tipo de apego con el que fuimos criados/as.

El apego es el vínculo afectivo y conductual que desarrollamos en la infancia con nuestros padres o cuidadores. Este vínculo va a ser determinante en nuestro desarrollo cognitivo, emocional y social. Si quieres saber más sobre qué es el apego en concreto, en esta otra entrada del blog, tienes información sobre John Bowlby y su Teoría del Apego.

Dicha teoría en su desarrollo ha identificado 4 tipos de apego: El apego seguro, el inseguro-evitativo, el ansioso-ambivalente y el desorganizado. En función de la relación que hayamos tenido con nuestros padres y cuidadores, desarrollaremos patrones de conducta que serán responsables en la edad adulta de los diferentes tipos de relaciones sociales que vamos a mantener. Muchos de ellos son fuente de instatisfacción e infelicidad para muchas personas, que consideran que hay algo roto en ellas. Mi intención con este post es hacerles ver que esta forma de reaccionar tiene un por qué pero que no por ello están condenados a una especie de determinismo en sus relaciones, sino que siendo conscientes de lo que les ocurre aunen el valor para iniciar terapia, afrontar el pasado y revertir la situación.

 

Apego Seguro

Se desarrolla cuando las figuras de apego, sin ser invasivas, sobreprotectoras ni tampoco negligentes, entienden y atienden a las necesidades del bebé. Cuidado y respeto son los valores clave dentro de un contexto en el que se facilita la autonomía progresiva, de tal manera que cuando la figura de apego se ausenta, se da una ansiedad por la separación que es normal pero el niño o la niña son capaces de gestionar, desarrollando habilidades para calmarse a sí mismos. Posteriormente, disfrutan del regreso de su cuidador/a. Los bebés criados en este tipo de apego, se sienten queridos y consiguen equilibrar el deseo de vínculo físico con el de autonomía y aventura que son tan necesarios para el desarrollo.

En el futuro, estas personas desarrollarán relaciones en las que se siente cómodas compartiendo intimidad y que además saben alejarse de quienes les hacen daño. Disfrutan del tiempo en compañía pero también del que invierten en soledad, consigo mismas. Son personas que reconocen sus emociones, capaces de expresar sus necesidades o demandar consuelo. El tipo de relaciones que entablan suelen ser duraderas, respetuosas y no idealizadas. Comprenden que las relaciones no son perfectas y que pueden atravesar altibajos.

 

Apego Inseguro-Evitativo

En este estilo de apego, el cuidador o cuidadora se muestra hostil o frío hacia las demandas afectivas del bebé porque las considera excesivas, caprichosas o irracionales y rehuye del contacto físico. Estas figuras de apego pueden ser estrictas y considerar necesario educar en la disciplina. Especialmente, todo lo que tiene que ver con la emotividad, que será considerada como un signo de debilidad. Estos niños aprenden a reprimir sus necesidades, a no mostrarlas y a renunciar a la intimidad para no molestar o dar problemas. Para no dar lugar a ser rechazados en definitiva.

Como adultos sienten que necesitar algo de los demás les hace débiles. Tienen comportamientos de tipo huidizo, van y vienen en las relaciones. No se caracterizan precisamente por niveles de ansiedad muy alto pero sí son evitativos por lo que les cuesta compartir su intimidad con otras personas. También con la pareja.

 

Apego Inseguro Ansioso-Ambivalente

En este caso tenemos figuras de apego cambiantes. Lo mismo se muestran cariñosas y atentas que indiferentes y frías. Este no saber a qué atenerse, el aprender a relacionarse en contextos que no son estables, genera mucha ansiedad en el niño porque no capta patrones que obedezcan a alguna lógica. No entiende por qué en unas ocasiones sus necesidades básicas son atendidas y en otras no.

Como adultos serán personas muy inseguras, con mucha ansiedad ante las separaciones. Aprensivos, tal vez celosos, suspicaces e intensos, con problemas para afrontar y disfrutar de los momentos de soledad. En relación a la pareja sentimental se muestran codependientes y controladores para apaciguar la ansiedad que les produce la separación o el pensamiento de separación, llegando a agobiar al otro de tal manera que pueden coleccionar una gran cantidad de fracasos sentimentales.
Su codependencia les lleva a comportarse oscilando entre el enfado y la sumisión. Su felicidad o infelicidad depende directamente de la atención que reciba de los otros, especialmente de la pareja.

 

Apego Desorganizado

Es el tipo más patológico y grave. En estos casos tenemos a cuidadores crueles, insensibles y violentos que someten al niño a maltrato. Cuando somos pequeños nuestros cuidadores son la garantía de supervivencia, el refugio por decirlo de algún modo. Para las personas que se crían en un marco de apego desorganizado, esta figura es al mismo tiempo una amenaza. Esta es una paradoja que es capaz de provocar un colapso psíquico y traumático. Se trata de niños y niñas llenos de dolor, miedo e inseguridad, que frecuentemente recurren al bloqueo emocional para poder sobrellevar su realidad.

Esto precisamente es lo que hace que como adultos tengan problemas para identificar sus emociones. Padecen bloqueos y confusión de sentimientos, y las relaciones afectivas con otras personas se convierten en una amenaza, en un peligro del que huir o al que enfrentarse con agresividad. Como no han desarrollado la empatía y no están en contacto consigo mismos y sus emociones tienen mucha dificultad para respetar sus derechos y límites al igual que los de los demás.

 

 

Los trastornos de apego nacen de déficits reales de atención a las necesidades básicas de un ser humano, como por ejemplo la de seguridad y cariño en la infancia y pueden marcar negativamente la vida emocional y relacional de muchas personas.

 

 

Si tú te consideras una de ellas tienes la oportunidad de afrontar este problema. Si bien es cierto que no se puede volver al pasado para cambiar aquello que estuvo mal o que nos hizo daño, en el presente puedes orientar tus acciones a una reeducación emocional. Puedes reparar los daños junto a un/a terapeuta que te ayude a recuperar el autocuidado, la autoestima, la identificación y expresión de tus emociones, la asertividad para reconocer tus necesidades y pedir que sean atendidas.

En terapia se trabaja para que cada ser humano pueda ser independiente y hacerse cargo de su propio bienestar y seguridad. Se trata de fomentar la capacidad de cada uno de nosotros para darnos lo que no recibimos en la infancia. Madurar emocionalmente y ser con nosotras mismas esa cuidadora cariñosa de la niña que fuimos. Solo así disfrutaremos de un apego sano y seremos capaces de construir relaciones gratificantes con los demás y nuestras parejas.

 

Si eres padre, madre o estás a cargo de un menor, tal vez te pueda interesar esta otra entrada del blog en la que hablo de cómo construir y promover un estilo de apego seguro en los niños.

 
 
 

 

¿Crees que tu estilo de apego te está generando problemas de relación en la edad adulta?

 
 
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