DEPRESIÓN DE ALTA FUNCIONALIDAD: CUANDO LO DAS TODO HACIA FUERA PERO TODO SE CAE POR DENTRO

A veces la depresión no se muestra como la imaginamos. No siempre implica quedarse en la cama, sin fuerzas ni ganas de nada.
Hay personas que, desde fuera, parecen tenerlo todo bajo control: cumplen con su trabajo, hacen deporte, cuidan de su familia…
y aun así, por dentro, sienten un malestar profundo.

 

Quizá la imagen que tienes de la depresión es la de alguien que no puede levantarse de la cama, que apenas come o que se pasa el día llorando. Y sí, esa es una cara de la depresión. Pero hay otra menos visible y mucho más común de lo que parece: la depresión de alto funcionamiento: La de quienes madrugan, cumplen con sus responsabilidades, sonríen cuando toca… y mientras tanto sienten un vacío que se lo traga todo.

Por fuera parece que está todo bajo control. Por dentro, cada día cuesta como si hubiera que empujar una piedra montaña arriba.

 

LO QUE NO SE VE

La depresión de alto funcionamiento no encaja con el estereotipo. Son personas que mantienen su vida en pie, pero a un coste emocional brutal. Muchas veces, ni siquiera quienes las rodean perciben el esfuerzo que supone. A veces, ni ellas mismas lo llaman depresión: lo rebautizan como cansancio, racha, estrés. Piensan que ya pasará. Que no tienen derecho a quejarse porque “hay gente peor”. Ese autoengaño es parte del problema. Porque lo que no se nombra, no se atiende. Y lo que no se atiende, se queda dentro y va creciendo, va doliendo cada vez más.

Debajo de las bromas y del éxito, hay un cansancio que no se confiesa por miedo a perder valor ante los ojos de los demas si se admite. Hay una voz interna que repite: «No es para tanto, no te quejes. Si lo tienes todo, hay gente que está peor.». Hay noches en las que la mente no se detiene aunque el cuerpo caiga rendido. Y días en los que cumples con todo, pero no sientes nada, no estás conectada con tu presente. Es vivir en automático, con la agenda llena y el alma vacía.

También hay miedo a ser una carga, así que ahí encontramos otro de los motivos para que las personas con este tipo de depresión guarden silencio. El sentimiento de culpa por no disfrutar de lo que se tiene también está muy presente, como si la tristeza necesitara un justificante válido. Es una soledad muy particular: la de estar rodeada de gente y, aun así, sentirse invisible.

No es falta de carácter ni de voluntad. Es un modo de depresión que se esconde tras la hiperactividad, la exigencia o la sonrisa impuesta. Y justo por eso merece ser vista, nombrada y atendida.

CARACTERÍSTICAS DE LA DEPRESIÓN DE ALTA FUNCIONALIDAD

  1. Autocrítica feroz y perfeccionismo implacable.

    Son personas extremadamente exigentes consigo mismas. No se permiten fallar, equivocarse o dudar. Incluso los errores más pequeños se convierten en motivo de crítica interna constante.

  2. Dificultad para sentir alegría real o calma profunda.

    Aunque puedan mostrar normalidad e incluso vitalidad en redes sociales o en su vida pública, dentro de sí se sienten anestesiadas. Les cuesta disfrutar de lo que antes les ilusionaba o relajarse de verdad.

  3. Activación constante como forma de escapar.

    Mantenerse siempre ocupadas es la estrategia más común. Quieren demostrar eficacia, bienestar y competencia a toda costa. Pero sostener ese ritmo días, semanas o meses pasa factura y termina agotando cuerpo y mente.

  4. Estrategias de afrontamiento que no funcionan.

    Muchas recurren a “soluciones” que parecen aliviar en el momento, pero a largo plazo solo agravan el malestar. Trabajar sin descanso, hacer deporte de manera obsesiva, controlarse con la comida, procrastinar o recurrir al alcohol y otras sustancias son formas de evitar lo que duele, no de resolverlo.

  5. Magnificación de los problemas cotidianos.

    Cualquier pequeño contratiempo —un atasco, un olvido, una comida quemada— se vive con una intensidad desproporcionada. Desde fuera parece que lo llevan todo bien, pero por dentro cada detalle genera un nivel de estrés altísimo. Esa tensión constante acaba cobrando un precio enorme hasta que el cuerpo y la mente dicen basta.

 

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE HABLAR DE ESTE TIPO DE DEPRESIÓN?

El peligro de la depresión de alto funcionamiento es precisamente su invisibilidad. Como la persona cumple, trabaja, sonríe y aparenta normalidad, nadie piensa que necesite ayuda. Ni siquiera ella misma se lo permite. Pero ese esfuerzo por sostenerlo todo no puede mantenerse indefinidamente sin consecuencias.

Reconocerlo es el primer paso. Nombrar lo que ocurre abre la posibilidad de pedir ayuda, de parar, de buscar un espacio seguro donde poder dejar de fingir.

El silencio y la desinformación alrededor de la depresión hacen que muchas personas retrasen pedir ayuda. Y cuando por fin lo hacen, a veces ya llevan años conviviendo con un dolor innecesario. La terapia no es magia, pero sí es un espacio donde se analizan patrones: bucles de pensamientos negativos, etapas de agotamiento extremo seguidas de fases de hiperactividad, intentos de afrontamiento que terminan resultando dañinos. Comprender qué mecanismos mantienen el malestar y entrenar otros más sostenibles marca la diferencia. El proceso suele requerir meses —entre seis y doce, según la historia de cada persona—, pero no se trata solo de “sentirse mejor”: es aprender a vivir con más estabilidad y menos desgaste.

Si este tema te interesa, quizá te ayude también leer esta otra entrada: ¿Estoy enferma si estoy deprimida?, donde profundizo en el estigma y en cómo afecta a la manera en que nos comprendemos.

 

Y AHORA… ¿QUÉ HACER?

Si leyendo todo esto has sentido que algo de ti estaba escrito aquí, quizá sea el momento de dar un paso. No hace falta esperar a “tocar fondo” para pedir ayuda: la terapia no es el último recurso, sino el espacio donde puedes empezar a poner palabras y estrategias a lo que llevas tiempo arrastrando. Si lo que quieres es atención personalizada, puedes pedirme una primera sesión de valoración. En esa primera cita no vas a salir con la vida resuelta, pero sí con un mapa: entenderemos juntas qué te está pasando, qué factores lo están manteniendo y qué posibilidades reales de cambio existen. Es un espacio para que cuentes tu historia sin juicio, para que por fin alguien te escuche con calma y con criterio, y para que empieces a ver por dónde se puede abrir camino. Muchas personas, solo con esa primera sesión, ya sienten un alivio: porque tener una explicación da sentido, y tener un plan devuelve esperanza.

 

Sé que no siempre es fácil. A veces no se trata solo de voluntad, sino de tiempo, de dinero, de dudas sobre si de verdad necesitas ayuda o “si lo tuyo es para tanto”. Y todo eso también cuenta. Precisamente por eso existe mi curso Vas a estar bien: pensado para personas que quieren empezar a cuidar su salud mental, pero que no pueden (o no quieren todavía) comprometerse con un proceso terapéutico completo. En él encontrarás recursos prácticos para entender qué te pasa, manejar la ansiedad y la culpa, y aprender a regular tus emociones en el día a día. Es una forma accesible de empezar a cuidar de ti, sin exigirte más de lo que puedes ahora mismo. Porque sí: aunque tengas limitaciones, aunque no te sientas convencida del todo, aunque pienses que “no tienes tiempo”… hay un lugar desde el que empezar.

 
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