Si has llegado aquí buscando información sobre el “apego ansioso”, el “apego evitativo” o la dependencia emocional, estás en el sitio correcto… pero con una vuelta de tuerca.

No vas a encontrar un test para saber qué tipo de apego tienes. Ni una tabla para clasificar tu forma de amar. Ni una lista de síntomas que encajen exactamente con lo que estás sintiendo. Porque la psicología no va de eso. O, al menos, la psicología que yo practico no va de eso.

Y ojo: no es que no entienda lo que buscas. Es que precisamente porque lo entiendo, necesito advertirte de algo. Las etiquetas nos dan alivio, lo sé. Ponerle un nombre a lo que te pasa es como encender una linterna en medio de un túnel. Por fin ves algo. Pero si después de encenderla te quedas quieta, ahí, sin moverte, el túnel no desaparece. Solo lo ves mejor. Y eso no siempre basta para salir.

Trabajo como terapeuta desde una psicología con los pies en la tierra. No me interesa parecer lista, ni tener razón, ni quedar por encima de nadie. Lo que me interesa es que estés mejor. Y para eso, a veces hay que romper moldes. Poner en duda explicaciones que reconfortan pero no transforman. Pasar de la etiqueta al comportamiento, del diagnóstico al análisis, de la teoría a la vida real. No vengo a darte respuestas bonitas: vengo a hacerte preguntas útiles.

Si alguna vez te has sentido difícil de querer o incapaz de cambiar ciertos patrones, quédate. Aquí no te voy a prometer magia. Pero sí te voy a mostrar que lo que hoy te hace sufrir puede tener explicación. Y que desde esa explicación —desde tu historia, tu contexto y tus elecciones— se puede construir algo distinto. Más libre. Más tuyo.

 

¿POR QUÉ DEJAMOS DE HABLAR DE APEGO COMO SI FUERA UN DIAGNÓSTICO?

Vamos por partes. El señor John Bowlby no era ningún vendehúmos. La teoría del apego fue revolucionaria en su momento, y puso el foco en algo importante: que los vínculos que establecemos en los primeros años de vida influyen en cómo nos relacionamos después. Hasta ahí, todo correcto. Fue un paso enorme para pasar del psicoanálisis a una psicología con base observacional, más empírica, más centrada en la relación madre-hijo (aunque ahora deberíamos decir cuidador principal-hija/o/x).

Ahora bien, de eso a convertir el apego en una suerte de horóscopo terapéutico hay un salto mortal. Y muchas cuentas de Instagram lo han hecho con voltereta y aplausos incluidos. Que si "eres ansiosa", que si "tienes apego evitativo porque no contestas a los whatsapps"… En serio, ¿en qué momento pasamos de la ciencia al bingo emocional?

Y no es que lo diga yo porque me caiga mal el marketing emocional. Es que la investigación actual en psicología conductual y contextual ya no se agarra a categorías fijas. Porque las personas no funcionamos así. Lo que hoy haces puede cambiar si cambian las condiciones, si intervienes sobre lo que mantienes o evitas. Y eso es justo lo que hacemos en consulta.

Un estudio de Mikulincer & Shaver (2007) apunta que los estilos de apego tienen cierta estabilidad, pero están modulados por la experiencia y el contexto. O sea: no estás condenada a repetir patrón. Mikulincer & Shaver, 2007

 

LO QUE PASA CUANDO NOS CREEMOS LA ETIQUETA

Llega alguien a consulta y dice con cara de haber descubierto la pólvora: “Es que tengo apego ansioso”. Yo sonrío, asiento, y no le quito la razón. Pero en mi cabeza lo que pienso es: “Vale, tenemos trabajo que hacer. Y no es encajar en una casilla.”

Porque claro que puede ser útil que hayas puesto palabras a tu malestar. Claro que entiendo que sentirte identificada con una descripción te dé cierto consuelo. El problema no es ese. El problema es cuando esa etiqueta se convierte en una excusa para no mirar más allá. Cuando la usas para justificar lo que haces, en vez de entender por qué lo haces. Ahí es cuando te estás metiendo en una jaula con la puerta abierta.

Y lo peor: muchas veces esa etiqueta no la has escogido tú. Te ha llegado por un test cutre, un reel viral, o una profesional que mezcla coaching, tarot y psicología de garrafón. Y tú, que venías buscando alivio, te llevas una identidad que no te ayuda a cambiar. Porque te lo crees. Y lo repites. Y empiezas a explicarte a ti misma desde esa identidad. Como si ya no pudieras vivir fuera de ese molde.

Pero la etiqueta no explica por qué se repite el patrón. Ni qué conductas lo mantienen. Ni cómo se puede salir de ahí. Y lo más importante: la etiqueta no cambia nada.

La investigación sobre flexibilidad psicológica de Kashdan & Rottenberg en 2010, demuestra que la capacidad de adaptarnos emocionalmente es más predictiva del bienestar que cualquier estilo de apego estático. Kashdan & Rottenberg, 2010

 

NO SOY ASÍ. SOLO HE APRENDIDO A ACTUAR ASÍ.

Lo que en mi consulta hacemos no es ponerte una etiqueta ni explicarte por qué “atraes a narcisistas”. Lo que hacemos es mirar tu conducta. Cuándo ocurre, con quién, en qué contexto, qué consigues con ella, qué evitas, y cómo podrías hacer algo diferente sin que se te caiga el mundo encima.

Eso se llama análisis funcional. Y no, no es sexy. No tiene dibujitos de neuronas ni metáforas de planetas retrogrados con ascendente en tauro. Pero funciona. Te obliga a observarte sin decorados. A ver cómo una conducta se mantiene no por magia sino por refuerzo. A descubrir que esa intensidad emocional que creías tuya desde siempre… responde a algo. Y que puede cambiar si cambias tu manera de responder.

Cuando una persona deja de verse como “evitativa” y empieza a entender que en ciertas situaciones actúa con distancia porque aprendió que abrirse duele, ahí empieza la magia. Porque desde ahí se puede intervenir. No sobre su personalidad, sino sobre su conducta.

Hayes, Strosahl & Wilson (1999), los autores de la Terapia de Aceptación y Compromiso, sostienen que el sufrimiento humano está más relacionado con cómo respondemos a lo que sentimos que con lo que sentimos en sí. Aplicado aquí: no es tu estilo de apego, es lo que haces cuando el miedo aparece. Hayes et al., 1999

 

¿ENTONCES EL APEGO NO IMPORTA?

Claro que importa. Nadie dice que la infancia no influya (puedes leer más aquí). Lo que digo es que influye como contexto, no como sentencia judicial. En la infancia aprendemos muchas cosas, pero también las podemos desaprender. O ajustar. O mirar con otros ojos.

Lo importante aquí es entender que lo que te dolió no tiene por qué doler igual siempre. Que lo que aprendiste como estrategia puede que ya no te sirva. Que el mapa con el que te orientabas de niña hoy te lleva a caminos que ya no quieres pisar. Y que puedes dibujar otro. Sin borrar el anterior, pero con más rutas posibles.

No estás atrapada en un estilo de apego. Estás atrapada en un patrón. Y eso se trabaja. No con etiquetas. Con intervención.

Un metaanálisis de Fraley (2002) sobre la estabilidad del apego en la adultez muestra que hay cierta consistencia, sí, pero que es moderada. ¿Qué quiere decir eso? Que hay margen. Hay espacio. Hay posibilidad de cambio. Fraley, 2002

 

LO QUE HAGO EN CONSULTA (Y LO QUE NO HAGO)

No te voy a diagnosticar un "apego desorganizado". Tampoco te voy a decir que eres dependiente emocional porque no puedes dejar de escribirle a tu ex.

Te voy a preguntar qué buscas con ese mensaje. Qué sientes antes. Qué haces justo después. Qué pasa cuando te contesta. Qué pasa cuando no. Qué refuerzos hay, qué castigos, qué historia está detrás. Y ahí empezamos. No desde la etiqueta. Desde la experiencia real. Desde tu conducta y tu contexto. Porque la ciencia de la conducta no necesita diagnósticos para intervenir. Necesita datos. Patrones. Y compromiso con el cambio.

La psicología que practico no se queda en la superficie. Ni da palmaditas condescendientes. Pero tampoco juzga. Observa. Acompaña. Y pone manos a la obra.

No somos lo que nos pasa. Ni lo que aprendimos. Somos lo que elegimos hacer con eso. Y eso, aunque acojone, es una buena noticia.

 
 

FUENTES Y ESTUDIOS CITADOS

  1. Mikulincer, M. & Shaver, P. R. (2007). Attachment in Adulthood: Structure, Dynamics, and Change. Guilford Press. Acceder

  2. Kashdan, T. B., & Rottenberg, J. (2010). Psychological flexibility as a fundamental aspect of health. Clinical Psychology Review, 30(7), 865-878. Acceder

  3. Wilson, K. G., & Luciano, M. C. (2014). Terapia de Aceptación y Compromiso: Un tratamiento conductual orientado a los valores. Madrid: Ediciones Pirámide. ISBN 978-84-368-3233-0.

  4. Fraley, R. C. (2002). Attachment stability from infancy to adulthood: Meta-analysis and dynamic modeling of developmental mechanisms. Personality and Social Psychology Review, 6(2), 123-151. Acceder

Siguiente
Siguiente

ZONA TEMPORALMENTE AUTÓNOMA: UNA IDEA ANARQUISTA QUE PUEDE AYUDARTE A VIVIR CON MÁS LIBERTAD